En recuerdo de Cobacho Cañete, Ana Ricarda
Nacimiento: 1900
Lugar de Procedencia: Jauja - Lucena (Córdoba)
Fallecimiento: 05.11.1936 - 02/90
Lugar de Fallecimiento: Jauja-Arroyo de la Coja - Lucena (Córdoba)
Oficio: Maestra particular a ratos, escribiente y tendera
Biografia:
Transcribo la historia de mi abuela tal y como se narra en el libro de Francisco Moreno Gómez '1936: el genocidio franquista en Córdoba' :
"El 13 de agosto marcharon a la ocupación de la aldea de Jauja, otra pedanía de Lucena. Sus moradores, también dedicados plenamente a recoger los frutos de la tierra (sin tiempo para conspiraciones en cuarteles y sacristías), se vieron sorprendidos por el ciclón que les llegaba desde Lucena. Ningún desorden había ocurrido en Jauja, y además protegieron al párroco Ildefonso Villanueva, de modo que no había nada que reprochar a estos vecinos. Sin embargo, la ruina y el dolor cayeron sobre ellos. Muchos campesinos, hombres y mujeres, fueron detenidos. El cuartel y la Casa del Pueblo se convirtieron en prisión. Y más de 20 personas fueron asesinadas a manos de las «personas de orden». Mataron a dos mujeres (Rosalía Ruiz, de 52 años, y Ricarda Ana Cobacho, de 36). Mataron a los funcionarios Pedro Toledano y Ángel Reyes «Zaleones». A este último lo mataron en el cementerio de Badolatosa, y lo torturaron antes de morir. Ya hemos citado el caso del apodado «el Picaleta», al que torturaron en el cuartel de Lucena, logró zafarse de los verdugos y se suicidó lanzándose de cabeza contra una columna. En el Registro de Lucena constan 10 fusilados de Jauja. Otros 11 los ha identificado Arcángel Bedmar por encuestas familiares. Así acabó la vida pacífica de los campesinos de Jauja.
Conviene que nos detengamos en la tragedia sufrida por Ricarda Ana Cobacho Cañete «Ricardita», en la aldea de Jauja. Era una mujer culta, de 36 años, socialista como toda su familia. Tenían una tienda de comestibles y en los ratos libres hacía de maestra particular y de escribiente para la gente que necesitaba cualquier gestión administrativa. Sus cuatro hijos eran menores de edad (el mayor, Juan José, de 13 años). Era una mujer esbelta, agraciada, en un hogar feliz, como tantos otros hogares en aquella España rota por el golpe militar. A comienzos de la República se cruzó en su vida un personaje maldito, que empezó a enviarle notas amenazantes por su campaña para la construcción de una escuela en vez de un cuartel. Se trataba del guardia civil del puesto de Jauja Antonio Velázquez Mateo, de 33 años. Ella no se amilanó, se presento en la Comandancia de Córdoba y lo denunció. El guardia desvergonzado fue trasladado a Málaga.
Al estallar la sublevación de 1936, el guardia Velázquez no tardó en hacerse presente en Jauja, con gran preocupación para «Ricardita». Esta, como forma de conjurar el peligro, se trasladó a Córdoba y se alojó en una pensión durante dos meses. Sus hermanos, socialistas, también huyeron de Jauja. Los niños quedaron al cuidado del padre. Pero, a finales de octubre de 1936, «Ricardita» decidió regresar a Jauja, en mala hora. Mientras tanto, en Jauja estaban haciendo de las suyas el guardia Antonio Velázquez (convertido en jefe de los requetés) y el falangista Rafael Écija Carrasquilla «Seco Carrasquilla», de Lucena, que tenía tierras en Jauja. Entre ellos y algunos más sembraron el terror en la aldea. En cuanto «Ricardita» llegó a Jauja, el guardia Velázquez vio llegada la ocasión de la venganza y la hizo detener de inmediato, junto a su madre y su hermana, además de una amiga de la familia, Rosalía Ruiz Cobacho, de 52 años (cuyos hijos, también socialistas, estaban huidos de la aldea). Las pelaron y las torturaron en el cuartel durante cuatro días, al cabo de los cuales fusilaron a Rosalía en la puerta del cementerio. Era el 5 de noviembre de 1936. A «Ricardita» se la llevó sola el guardia Velázquez y la tuvo varios días encerrada en una casa de campo. La torturo y La sometió a un calvario. A los pocos días apareció su cuerpo en el arroyo de La Coja, semienterrada y destrozada. La encontró un conocido de la familia, Vicente Maireles Carrasco, y la acabo de enterrar. El marido enfermó y perdió la razón. Al hijo mayor, de 13 años, le dieron una paliza. Actualmente, los hijos de la víctima testifican que en los hechos participaron, además del Velázquez, otro guardia apodado «el Negro Gandul», y los requetés «el Cota» y «el Mono»." Florentina
Más información sobre el caso en este enlace:
https://docs.google.com/document/d/14_0YT7owAoAfGTgqRPCjr3akpK1MLmos90T9-wjPu9A/edit
Lugar de Procedencia: Jauja - Lucena (Córdoba)
Fallecimiento: 05.11.1936 - 02/90
Lugar de Fallecimiento: Jauja-Arroyo de la Coja - Lucena (Córdoba)
Oficio: Maestra particular a ratos, escribiente y tendera
Biografia:
Transcribo la historia de mi abuela tal y como se narra en el libro de Francisco Moreno Gómez '1936: el genocidio franquista en Córdoba' :
"El 13 de agosto marcharon a la ocupación de la aldea de Jauja, otra pedanía de Lucena. Sus moradores, también dedicados plenamente a recoger los frutos de la tierra (sin tiempo para conspiraciones en cuarteles y sacristías), se vieron sorprendidos por el ciclón que les llegaba desde Lucena. Ningún desorden había ocurrido en Jauja, y además protegieron al párroco Ildefonso Villanueva, de modo que no había nada que reprochar a estos vecinos. Sin embargo, la ruina y el dolor cayeron sobre ellos. Muchos campesinos, hombres y mujeres, fueron detenidos. El cuartel y la Casa del Pueblo se convirtieron en prisión. Y más de 20 personas fueron asesinadas a manos de las «personas de orden». Mataron a dos mujeres (Rosalía Ruiz, de 52 años, y Ricarda Ana Cobacho, de 36). Mataron a los funcionarios Pedro Toledano y Ángel Reyes «Zaleones». A este último lo mataron en el cementerio de Badolatosa, y lo torturaron antes de morir. Ya hemos citado el caso del apodado «el Picaleta», al que torturaron en el cuartel de Lucena, logró zafarse de los verdugos y se suicidó lanzándose de cabeza contra una columna. En el Registro de Lucena constan 10 fusilados de Jauja. Otros 11 los ha identificado Arcángel Bedmar por encuestas familiares. Así acabó la vida pacífica de los campesinos de Jauja.
Conviene que nos detengamos en la tragedia sufrida por Ricarda Ana Cobacho Cañete «Ricardita», en la aldea de Jauja. Era una mujer culta, de 36 años, socialista como toda su familia. Tenían una tienda de comestibles y en los ratos libres hacía de maestra particular y de escribiente para la gente que necesitaba cualquier gestión administrativa. Sus cuatro hijos eran menores de edad (el mayor, Juan José, de 13 años). Era una mujer esbelta, agraciada, en un hogar feliz, como tantos otros hogares en aquella España rota por el golpe militar. A comienzos de la República se cruzó en su vida un personaje maldito, que empezó a enviarle notas amenazantes por su campaña para la construcción de una escuela en vez de un cuartel. Se trataba del guardia civil del puesto de Jauja Antonio Velázquez Mateo, de 33 años. Ella no se amilanó, se presento en la Comandancia de Córdoba y lo denunció. El guardia desvergonzado fue trasladado a Málaga.
Al estallar la sublevación de 1936, el guardia Velázquez no tardó en hacerse presente en Jauja, con gran preocupación para «Ricardita». Esta, como forma de conjurar el peligro, se trasladó a Córdoba y se alojó en una pensión durante dos meses. Sus hermanos, socialistas, también huyeron de Jauja. Los niños quedaron al cuidado del padre. Pero, a finales de octubre de 1936, «Ricardita» decidió regresar a Jauja, en mala hora. Mientras tanto, en Jauja estaban haciendo de las suyas el guardia Antonio Velázquez (convertido en jefe de los requetés) y el falangista Rafael Écija Carrasquilla «Seco Carrasquilla», de Lucena, que tenía tierras en Jauja. Entre ellos y algunos más sembraron el terror en la aldea. En cuanto «Ricardita» llegó a Jauja, el guardia Velázquez vio llegada la ocasión de la venganza y la hizo detener de inmediato, junto a su madre y su hermana, además de una amiga de la familia, Rosalía Ruiz Cobacho, de 52 años (cuyos hijos, también socialistas, estaban huidos de la aldea). Las pelaron y las torturaron en el cuartel durante cuatro días, al cabo de los cuales fusilaron a Rosalía en la puerta del cementerio. Era el 5 de noviembre de 1936. A «Ricardita» se la llevó sola el guardia Velázquez y la tuvo varios días encerrada en una casa de campo. La torturo y La sometió a un calvario. A los pocos días apareció su cuerpo en el arroyo de La Coja, semienterrada y destrozada. La encontró un conocido de la familia, Vicente Maireles Carrasco, y la acabo de enterrar. El marido enfermó y perdió la razón. Al hijo mayor, de 13 años, le dieron una paliza. Actualmente, los hijos de la víctima testifican que en los hechos participaron, además del Velázquez, otro guardia apodado «el Negro Gandul», y los requetés «el Cota» y «el Mono»." Florentina
Más información sobre el caso en este enlace:
https://docs.google.com/document/d/14_0YT7owAoAfGTgqRPCjr3akpK1MLmos90T9-wjPu9A/edit